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Capítulo 10: Rodeando a la presa
Con parsimonia, me dirigí hacia la sala de herramientas de
jardinería.
Examiné cada posible arma con cuidado, hasta decidirme por una
enorme hacha ligeramente astillada. Normalmente, yo era mucho más sutil, pero
las armas blancas son las más socorridas para ese tipo de… menesteres. Y
también las que menos gustaban a Kina. Dediqué un rato a limpiarla y afilarla
con sádico mimo. Dejé pasar un par de horas hasta encaminarme a la cocina.
La habitación parecía desierta, pero yo sabía que Kina estaba
allí. Podía oler su fuerte y dulzón perfume de melocotón. Tenía que hacerla
salir de su escondite, así que utilice una de sus tácticas favoritas: la
mentira.
-Sé que estás aquí, en alguna parte. Sal de ahí y muere como una
valiente, no seas cobarde. No estoy armada.
Silencio.
En aquel instante percibí un movimiento tras la encimera y pude
ver la pequeña sombra de Kina. Sonreí alegremente.
-¡Ven aquí!
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